La muerte, su casa y su ciudadEl desvanecimiento de las ciudades silentes de Cartagena
- Andrés Martínez Medina Director/a
Universidad de defensa: Universitat d'Alacant / Universidad de Alicante
Fecha de defensa: 16 de junio de 2017
- Ignacio González-Varas Ibáñez Presidente
- María Elia Gutiérrez Mozo Secretario/a
- María del Mar Loren Méndez Vocal
Tipo: Tesis
Resumen
INTRODUCCIÓN La arquitectura parece que siempre ha vivido de frente a la vida. Sin embargo, vida y muerte son dos caras de la misma moneda: no hay ciudad de los vivos sin su Eusapia o ciudad de los muertos. Lo dijo Lewis Mumford en 1961: quizás las ciudades, en su origen, no fueran más que necrópolis. Y toda ciudad es, cuando menos, un conjunto de arquitecturas construidas que, en el caso de los cementerios, convocan la eternidad. No obstante, y de forma significativa, estas arquitecturas, las de las ciudades de la memoria y los cementerios han sido poco dibujadas, incluso antes de construirse. Puede que se conserven algunos planos de estas ciudades, pero poco permanece de las ‘moradas para siempre’, muchas veces réplicas a escala de la arquitectura de los vivos, influenciada por sus mismas aspiraciones. MOTIVACIÓN Y DESARROLLO TEÓRICO Puede que la ciudad de los muertos preceda a la de los vivos. Los patrones que la definen, su planeamiento urbano y sus tipologías arquitectónicas en muchos casos anticipan a la ciudad viva. Con la llegada del cristianismo, la ciudad fue solo un lugar de tránsito hacia la eternidad, de ahí que la ciudad de los vivos y la ciudad de los muertos se superpusieran y coincidieran en el espacio: vivos y muertos coexistían en el mismo espacio. Sin embargo, en Occidente, desde mediados del siglo XVIII, con la Ilustración y a la luz de los avances científicos, se optó por separar y distanciar las moradas de los muertos de la ciudad de los vivos por motivos higiénicos, y así nacieron los cementerios: recintos religiosos o laicos, siempre sagrados y dispuestos a las afueras de las urbes (que, de entonces en adelante, ya solo serían residencia para los vivos). La mayoría de estos cementerios o camposantos obedecieron a un plan previo, a un proyecto que, a su vez, respondía a unas ideas e intenciones y reflejaba su sociedad. Analizando los documentos que se generaron a partir del siglo XVIII con motivo de la entrada en vigor de la Real Cédula dictada por Carlos III, mediante la cual se obligaba a todas las poblaciones españolas a construir cementerios fuera de la ciudad, avanzamos en un conocimiento gráfico de los recintos funerarios propuestos entonces como nuevas ciudades silentes. Descubrimos, además, ciertos paralelismos entre la ciudad de los vivos y la de los muertos y, por supuesto, esta semejanza se traduce en las tipologías ‘residenciales’ empleadas en las dos. ¿Podría ser que, cuando Italo Calvino definía en 1972 la ciudad de Eusapia en su famoso libro Las ciudades invisibles, ya estuviera exponiendo este discurso al afirmar que a la Eusapia de los vivos le correspondía una Eusapia de los muertos que era como el negativo subterráneo del positivo aéreo? El presente trabajo tiene por objeto documentar gráficamente el patrimonio arquitectónico de los cementerios surgidos en la ciudad de Cartagena con motivo de la implantación de la Real Cédula del año 1787, por la que se obligaba a ejecutar recintos destinados al enterramiento fuera de las urbes españolas. Sirve este estudio de ejemplo para poder aplicarlo en el resto de ciudades nacionales, analizadas como contexto y poder así proponer un modelo de análisis urbano de las ciudades de la muerte decimonónicas. Este trabajo se ha dividido en dos tomos. En el tomo uno se ha recopilado el cuerpo principal de la tesis doctoral, mientras que en el tomo dos se exponen una serie de anejos (gráficos en su mayor parte) que han servido de apoyo para establecer las hipótesis desarrolladas en el volumen anterior. El tomo 1 está dividido en seis capítulos más las referencias bibliográficas. El capítulo primero expone una introducción al asunto de la creación del nuevo equipamiento urbano que surgió a finales del s. XVIII, el cementerio, explicando cómo se ha afrontado a lo largo de la historia el momento final y cómo ha devenido en la realización de los lugares destinados al enterramiento. También se razona sobre el estado actual en lo que a difusión, investigación y conocimiento del tema de la planificación de cementerios extramuros se refiere. Se expone la motivación y se justifica la oportunidad del tema elegido describiendo en un único apartado los objetivos de la tesis doctoral para, seguidamente, dar paso a la metodología. La metodología empleada en la realización de esta tesis doctoral ha sido variada, por un lado ha sido necesario el enfoque documental con la finalidad de elaborar un discurso histórico urbano y arquitectónico y, posteriormente, mediante el método comparativo gráfico poder analizar los documentos hallados y desarrollar las hipótesis perseguidas y expuestas en los objetivos del trabajo. En el capítulo segundo, que sigue a la introducción contextual y metodológica, se hace una aproximación al tema desde la perspectiva general del ámbito europeo. Se estudian aquí los países de Francia, Inglaterra e Italia. Los casos de Francia e Italia se analizan debido a que fueron los precursores de la ejecución de nuevos cementerios salubres alejados de sus ciudades. En el caso de Italia, se estableció un modelo tipológico de cementerio con un claro antecedente, el camposanto medieval de Pisa (1278) que dio lugar a recintos de clara geometría rectangular cerrados mediante un muro perimetral y con edificaciones monumentales en su interior o perímetro. Francia, que desde 1763 intentó regular el establecimiento de los cementerios en sus ciudades, experimentó con modelos tipológicos que se asemejaban más a los jardines domésticos ingleses del siglo anterior, ejecutando en 1803 el conocido cementerio de Père Lachaise, que serviría para definir las bases de los nuevos cementerios integrados en el paisaje o cementerios-jardín, más ensayados en Inglaterra, de ahí que los ejemplos de este último país generen modelos urbanos de referencia. El tercer capítulo acerca la investigación al ámbito español. Para su desarrollo se ha trabajado con los documentos obtenidos en archivos de las principales Reales Academias Españolas de Bellas Artes, así como en el Archivo Histórico Nacional. En un primer lugar, se exponen los proyectos que fueron precursores tipológicos de lo que más tarde se ejecutaría en casi todas las ciudades de la nación, para después proceder al dibujo y análisis sobre los planos base. La clasificación taxonómica nos ha permitido establecer modelos o tipologías de los espacios funerarios en España. El caso de la ciudad de Murcia y de sus pedanías se ha incluido en este capítulo (si bien, la investigación realizada ha sido más extensa que para el resto de casos nacionales) lo que nos ha permitido dedicar un único capítulo, el siguiente, para los cementerios de Cartagena. En el cuarto capítulo, dedicado al ámbito regional, analizamos el caso de la ciudad de Cartagena. Se profundiza aquí en el análisis de los dos cementerios que durante el s. XIX fueron establecidos en la ciudad: el de San Antonio Abad, al norte de la misma, y el de Nuestra Señora de los Remedios, al este. El primero fue concebido como un prototipo racional acorde a los ideales ilustrados de la época en la que se fundó; el segundo, considerado el primer camposanto monumental de la Región de Murcia, cuenta con 29 edificios (entre panteones, sepulcros e iglesia) catalogados por el Plan General de Ordenación Urbana, sin que esta decisión venga avalada por documento alguno que constate su estado actual o diacrónico. Se han realizado levantamientos gráficos de aproximadamente 50 túmulos funerarios entre los dos cementerios analizados, además de dibujar la planta actual de ambas ciudades silentes con la finalidad de poder establecer su análisis urbano. En el capítulo quinto hemos restituido y clasificado las moradas más interesantes, desde el punto de vista arquitectónico, de ambos cementerios, elaborando fichas que tratan de reconstruir los planos (en su estado actual) de estas arquitecturas de la memoria que transitan por los sagrados territorios de la muerte. Estas fichas servirán para sustituir a las incluidas en el Plan General de Ordenación Urbana, que están cargadas de errores y omisiones. Además, la clasificación que se ha podido realizar de las tipologías que desde hace más de dos siglos colonizan los cementerios plantea una nueva forma de analizar estas moradas que podría hacerse extensiva a todo el panorama nacional e incluso, europeo. De sobra son conocidos los estragos que el tiempo produce en las arquitecturas al margen de que se decida intervenir o no sobre los edificios dibujados, por lo que conviene fijar un momento en el tiempo para estas arquitecturas de la memoria. Plasmarlas gráficamente ayuda a que estos nuevos documentos generados constituyan las actas de su momento presente, que en muchos casos se sitúa un siglo después de su ideación y materialización, y esta ha sido, quizás, la principal motivación de este trabajo. El capítulo sexto y último, dedicado a las conclusiones, intenta exponer de manera global el panorama que se desarrolló en toda Europa a finales del s. XVIII en lo que a la implantación de cementerios fuera de las ciudades se refiere y dejar abierto un camino de análisis que podría hacerse extensivo al resto de cementerios españoles, utilizando como ejemplo el caso de la ciudad de Cartagena. Cierra esta tesis doctoral un apartado dedicado a las referencias y fuentes que han servido de base al discurso principal de este trabajo. Por un lado, las fuentes primarias y secundarias (dibujadas o escritas) y, por otro, las fuentes construidas (visitadas o no). El tomo 2 recoge 11 anejos que han hecho posible el desarrollo del tomo 1. En el primer anejo se ha compilado la normativa existente a nivel estatal relativa a la implantación de cementerios extramuros durante la época analizada. En el segundo, se exponen los planos de la ciudad de Cartagena, que se han digitalizado mediante técnica CAD con la finalidad de conocer datos empíricos (superficie edificada, zonas verdes, zonas destinadas a cementerios intramuros, etc) para extrapolar al análisis de las otras ciudades, las de los muertos. El tercer y cuarto anejos son unas tablas en las que se han dibujado algunos cementerios europeos y españoles que han facilitado el estudio comparativo en la evolución y clasificación de los cementerios a nivel estatal y europeo. El quinto anejo recoge los dibujos digitalizados de manera precisa de tres camposantos españoles (el del Real Sitio de la Granja de San Ildefonso en Segovia, el cementerio general del Norte en Madrid y un cementerio tipo encontrado en el Archivo Histórico Nacional que creemos acompañó alguna disposición real) que sirvieron como modelos en la ejecución de cementerios extramuros en España. En el anejo sexto se han realizado unas tablas que exponen algunos de los proyectos (unos 40 casos) de cementerios desarrollados por las principales Reales Academias de Bellas Artes españolas, así como por los concejos municipales (la mayoría de ellos nunca construidos). Esta exposición en tablas permite la comparación inmediata del tamaño de los camposantos expuestos (ya que todos están incorporados con la misma escala), además de un análisis de su geometría y estratificación tipológica. Los anejos séptimo y octavo están dedicados al estudio gráfico de los dos cementerios de la ciudad de Cartagena: en primer lugar el cementerio de San Antonio Abad y en segundo el de Nuestra Señora de los Remedios. A través del levantamiento y digitalización de estas ciudades silentes, hemos podido discernir los patrones urbanos de acuerdo a los que se idearon estas ciudades para los muertos. Con fotografías aéreas y planos coetáneos junto a los documentos conservados en las oficinas de ambos recintos se ha reconstruido gráficamente una hipótesis del desarrollo de los mismos. Para poder poner en relevancia el importante patrimonio existente en los cementerios de la ciudad de Cartagena, se han realizado varios trabajos. Por un lado, se han elaborado fichas que recogen cada uno de los más de 50 levantamientos de sus edificaciones de interés (sepulcros, panteones o nichos) con la finalidad de poder incluir en el Catálogo de Bienes Protegidos de la ciudad aquellos monumentos de interés que aún no estén recogidos. Todo esto se aporta en el anejo noveno. Por otro lado, se han elaborado planos en los que se marcan recorridos que pasan por las arquitecturas más relevantes del cementerio, recogidos en el anejo décimo. El último anejo, el undécimo, es una compilación escaneada de algunos de los croquis que sirvieron de base para los levantamientos realizados. CONCLUSIONES Con la promulgación de la Real Cédula de 3 de abril de 1787 por la que se obligaba a todas las poblaciones españolas a crear cementerios fuera de las murallas de sus ciudades, se legisló una de las medidas higiénicas más necesarias en las hacinadas e insalubres ciudades del s. XVIII. Dicha Ley marcó el origen de una nueva tipología urbana y arquitectónica, el cementerio tal y como lo conocemos hoy. Para las ciudades decimonónicas, la creación de este nuevo equipamiento supuso todo un reto en relación a su diseño (quién y cómo los idearía), su titularidad (a quién pertenecería), su economía (quién debía sufragar los gastos de su ejecución) y su gestión (quién debía hacerse cargo de los mismos), que ralentizaron su implantación y provocaron que, durante más de medio siglo, hubiera que reincidir mediante disposiciones legales en el cometido de la primera cédula dictaminada por Carlos III. La creación de cementerios extramuros durante el s. XIX en la provincia de Murcia y, en concreto, en la ciudad de Cartagena, presenta similitudes con lo que ocurrió en el resto de ciudades españolas. La ciudad portuaria, convertida en la capital del Departamento Marítimo del Mediterráneo, desde principios del s. XVIII, sufrió, durante el periodo de análisis de este trabajo, aumentos de población y graves epidemias que determinaron la construcción de cementerios fuera de la ciudad (bajo la gestión de los poderes eclesiásticos y militares que predominaban en la misma), incluso antes de la entrada en vigor de la Orden Real. Centrar el estudio en la ciudad de Cartagena nos ha permitido acercarnos de manera más detallada a la cuestión de la ciudad de los muertos, aunque en este trabajo hemos podido constatar, mediante el análisis de más de 80 proyectos de cementerios emplazados por toda la geografía nacional, que lo que aconteció en esta ciudad fue muy parecido a lo ocurrido por todo el país. Se ha podido verificar el origen del problema (de diseño, higiénico, religioso, económico y de gestión) que supuso, en las urbes decimonónicas españolas, el planteamiento de los nuevos cementerios a las afueras. Si bien se ha profundizado en el estudio de la ciudad de Cartagena, la investigación ha permitido establecer relaciones entre diversas variables arquitectónicas en todos los casos del territorio del Estado español y también de algunas ciudades de Europa. Hemos necesitado conocer la manera en que se adoptó en otros países europeos la medida sanitaria de establecer nuevos lugares funerarios que suprimían los antiguos recintos destinados al enterramiento pegados a las iglesias en el interior de sus urbes. La investigación sobre los casos europeos, basada en bibliografía especializada y constatada mediante visitas propias, unida al intenso estudio de los ejemplos españoles (proyectados y construidos), nos ha permitido detectar dos corrientes principales en la manera de afrontar la ideación de los cementerios extramuros de finales del s. XVIII y de todo el s. XIX. Los cementerios del Norte y los del Sur Dos fueron los modelos de cementerio que predominaron durante el s. XIX en Europa. El que hemos llamado ‘cementerio abierto’ o del Norte, vinculado, como su propio nombre indica, a los países situados desde el centro de Europa hacia el norte. Y el del ‘cementerio cerrado o compacto’ o del Sur, desarrollado en los países del sur de Europa. Estas tipologías arquitectónicas se han expuesto en los capítulos segundo y tercero de esta tesis doctoral. Los cementerios abiertos, que derivarían en cementerios-parques, fueron ideados como grandes jardines vinculados a la población en la que se emplazaban, mientras que los cementerios cerrados, más propios del sur, se crearon como pequeñas ciudades aisladas que imitaban (en cierta medida) los patrones de desarrollo de la ciudad de los vivos, de la que se distanciaban. El cementerio-parque inglés, concebido como un jardín de esculturas, propuso un recinto limitado mediante una verja perimetral que creaba un espacio interior donde reproducir paisajes y escenarios de la naturaleza silvestre, a través de senderos abiertos entre la abundante vegetación. Imitó los desarrollos paisajísticos de los jardines domésticos de las grandes villas inglesas de los siglos XVII y XVIII (Twickenham, Chiswick, Ermenonville, Stowe, Leasowes, etc.); toda vez que se superaron las reticencias a la plantación de arbolado en sus recintos porque, inicialmente, se pensaba que este podía propagar los miasmas que transmitían las enfermedades. Las sepulturas en el interior de estos verdes recintos se propusieron bajo tierra y las edificaciones que existieron dentro del cementerio fueron muy pocas: alguna construcción que albergaba labores de gestión, situado normalmente en el acceso al cementerio, o una capilla. La concepción paisajística de estas ciudades de los muertos diseñadas como extensos prados varió de Francia a Inglaterra, pero, en ambos casos, la intención fue la de ofrecer un amplio parque en el que las tumbas dispuestas en el terreno, a modo de jardines del Elíseo, se perderían entre la vegetación existente. Por el contrario, el modelo del sur, el cementerio planificado como una ciudad en miniatura cerrada y aislada, se proyectó bajo una geometría regular (en la mayoría de los casos rectangular) rodeada por un muro perimetral que acorralaba el recinto. Las sepulturas se dispusieron en su interior organizadas en tramas que intentaban racionalizar el conjunto y se situó, también en el interior del recinto (en una zona destacada), un monumento referente a la religión católica, una cruz, una capilla o una iglesia . El cementerio ilustrado, el cementerio romántico y el cementerio moderno En el acercamiento al estudio de los casos españoles hemos podido constatar cómo la enseñanza de Arquitectura (que siempre ha estado vinculada a la resolución de cuestiones de debate social), supeditada durante el s. XIX a las Reales Academias de Bellas Artes, propuso en numerosas ocasiones la tipología de cementerio como proyecto de desarrollo para sus estudiantes (aspirantes a arquitectos o maestros de obras), lo que pone de relevancia la importancia que tuvo esta medida entre la población ilustrada del s. XIX. Se conservan un gran número de estos proyectos en la Academia de San Fernando, así como en archivos nacionales y regionales. Si bien la mayor parte de los proyectos encontrados en las reales academias españolas no fueron ejecutados, sí sirvieron como precursores tipológicos a los cementerios que finalmente se establecieron fuera de las ciudades españolas, como demuestran los documentos gráficos que hemos estudiado y que están relacionados con proyectos de cementerios que fueron construidos por los diversos concejos municipales. Todos estos proyectos acusan un sistema de composición académico (jerarquía, simetría y modulación clasicista), donde se introduce el arbolado con efectos de perspectiva y monumentalidad y se combinan distintas tipologías arquitectónicas (fosas, fosas nicho, panteones y columbarios) que se densifican con el paso de las décadas y el aumento del número de difuntos. La mayor parte de los planos descubiertos han sido redibujados mediante técnica digital CAD con la finalidad de poder hacer un análisis morfológico y establecer modelos de relación espacial de la nueva tipología urbana que surgió a finales del s. XVIII, el cementerio. Los planos dibujados se muestran en los anejos gráficos tercero, cuarto, quinto y sexto. Gracias a la elaboración y análisis de los planos de un gran número de cementerios (proyectados y/o construidos) dispuestos por toda la geografía nacional y europea, ha sido posible detectar patrones de implantación, de desarrollo y evolución de los modelos de cementerio que predominaron en Europa durante el s. XIX. El estudio de la tipología de los cementerios del sur nos ha permitido conocer los puntos comunes de este modelo urbanístico y así concluir un cronograma del proceso de diseño del mismo (que puede leerse en el último apartado del capítulo 5). Dicho trabajo nos muestra cómo, en el primer tercio del s. XIX, los cementerios se idearon y ejecutaron de manera muy sencilla, en un planta rectangular acotada con un muro perimetral que permitía un único punto de acceso en mitad de uno de sus lados enfrentado a la capilla, que estaba dispuesta en el lado opuesto a la entrada. Los enterramientos se hicieron ordenados en una trama reticular en el suelo para, en el tercio central del s. XIX, comenzar a proponer una nueva tipología de enterramiento, el panteón, que colonizó las avenidas principales de los camposantos. Con el crecimiento de las poblaciones, también tuvo que aumentar la superficie del cementerio y, a partir del último tercio del s. XIX, observamos que la mayor parte de los camposantos que seguían en funcionamiento fueron ampliados, añadiendo a la superficie original del recinto una nueva zona de extensión que se ordenaba siguiendo los patrones geométricos regulares (de simetría y proporción) del proyecto del cementerio inicial. También entonces, hizo irrupción una nueva tipología arquitectónica funeraria que permitía acumular los cadáveres de manera más eficiente, es decir, consumiendo menos superficie de suelo: los nichos en altura que, en principio, aparecieron adosados a la valla perimetral del recinto funerario. A partir de 1900, el modelo fue complejizándose con diversas ampliaciones que, en muchas ocasiones, adoptaron tramas de geometría irregular porque se trataban de adaptar a los terrenos colindantes existentes. Hemos concluido también que se diferencian tres variantes entre los modelos denominados ‘cementerios del norte’ y ‘cementerios del sur’. Los tres tipos de cementerio que se repiten son: el cementerio ilustrado, el cementerio romántico y el cementerio moderno. El cementerio ilustrado, implantado durante los primeros años en los que se acató la Real disposición impuesta por Carlos III (reafirmada por la de 1804 de Carlos IV), se concibió aislado, encerrado, aireado, igualitario y austero. Por otro lado, el que hemos definido como cementerio romántico, es una evolución del anterior, donde ya se autoriza la plantación de arbolado y la distinción de sepulturas con la aparición de esculturas y panteones que prefiguran un jardín al aire libre. Por último, el cementerio moderno, que es el que introduce ampliaciones de bloques de nichos dentro de los modelos ‘del sur’. Quedaría por indagar sobre el cementerio contemporáneo, que incorpora variables de diseño en las que se ve reflejada la disposición general por la incineración de los cuerpos, así como el uso de metáforas espaciales relacionadas con su diseño, las cuales, según afirma la profesora Marta Carbonero , intentan ser como un paisaje de la naturaleza. Documentos, monumentos, levantamientos. Tipologías de las moradas silentes A través del levantamiento de planos de las ciudades de los muertos de Cartagena ha sido posible, por un lado, realizar un análisis ‘urbano’ de estas otras ciudades y, por otro lado, levantar ‘acta’ de los principales edificios que se encuentran en ellas. Así se ha operado con los dos cementerios existentes actualmente en Cartagena: el cementerio de San Antonio Abad y el de Nuestra Señora de los Remedios. Se han elaborado documentos gráficos (planos de los dos cementerios de la ciudad de Cartagena y fichas de cada una de las edificaciones de interés contenidas en los mismos; ver los anejos cuarto, quinto, sexto, séptimo y octavo) que sirven para la puesta en valor de un patrimonio olvidado. Antes de la realización de este trabajo, este patrimonio, que se suponía protegido por el Plan General de Ordenación Urbana de Cartagena (al estar algunos de los edificios estudiados incluidos en su Catálogo de Bienes de Interés Cultural), carecía de documentación gráfica que explicara sus características arquitectónicas. Además, durante el desarrollo de este trabajo hemos descubierto construcciones funerarias que debieran considerarse para formar parte del catálogo de bienes protegidos debido a su interés tipológico, arquitectónico y estilístico. El acercamiento de este estudio a la ciudad de Cartagena, con el análisis detallado de los dos cementerios de la urbe, que incluyó planimetrías de los mismos, ha permitido la realización de una exploración en términos urbanos de cada uno de ellos. En estos análisis realizados hemos podido comprobar la correspondencia con las hipótesis planteadas en relación a la evolución y crecimiento de los camposantos españoles. Este estudio nos ha permitido elaborar tablas con relaciones dimensionales, tipológicas y de uso de los cementerios; en definitiva, hemos podido realizar un análisis urbano como el que se hace en la ciudad de los vivos, concluyendo que se repiten muchos de los patrones de crecimiento y colonización espacial. Una vez investigado el conjunto del cementerio, se ha abordado el estudio de sus arquitecturas: fosas, sepulcros, panteones y nichos. El levantamiento de las principales edificaciones de los cementerios de Cartagena (plasmado en las fichas del anejo noveno), unido al conocimiento de las experiencias nacionales y extranjeras, nos ha ayudado a desarrollar una hipótesis sobre la evolución tipológica de las moradas de los muertos. Podemos afirmar que la primigenia fosa individual se fue ampliando para dar cabida a un mayor número de cuerpos que se apilaron en vertical, sobre y bajo el terreno, para más tarde reunir un pequeño número de tumbas agrupadas que acogerían a familias completas bajo un pequeño cercado que acotaba estos recintos. Con la finalidad de privatizar el espacio funerario, pero también de mostrar la prestancia de la persona que yacía bajo el mismo, surgió el panteón. Al igual que las residencias de la otra ciudad, fue una representación del estatus social de los difuntos. Los nichos en altura aunque surgieron a principios del s. XIX se popularizaron ya en el segundo tercio del siglo, en un momento en el que también en la otra ciudad empezaba a faltar suelo y se desarrollaban los ensanches con bloques de viviendas. Estos nichos acusan las mismas estrategias de ocupación y diseño que los bloques de viviendas de la ciudad de los vivos. Todas estas afirmaciones se amparan en el estudio expuesto en el capítulo 5 de este trabajo y constatan la hipótesis inicial de que la ciudad de los muertos en España acusa dinámicas urbanas muy similares a las ciudades de los vivos. En el caso de Cartagena, donde se ha centrado la investigación, se ha constatado que el estudio de los proyectos originales de época y su comparación con las restituciones gráficas realizadas, ha aportado nuevos datos que, de una parte, han ampliado el conocimiento general sobre los tipos de la arquitectura funeraria (sepulturas en nichos y/o panteones) y, de otra, han puesto al descubierto rasgos característicos de las adaptaciones de estos tipos a los casos de los cementerios de la ciudad. Además, el análisis de contraste entre proyecto y obra nos ha enseñado otros descubrimientos entre los que destaca, en primer lugar, que en el vaciado del Archivo Municipal de Cartagena no han aparecido proyectos anteriores a 1900 y ninguno de los tres expedientes localizados y expuestos se corresponde con los 29 panteones catalogados por el plan general de Cartagena, por lo que el levantamiento de todos ellos ha sido imprescindible, a falta de documentación dibujada que los defina. En segundo lugar, hemos constatado (en los únicos tres casos en los que se ha encontrado documentación original) diferencias entre el proyecto original y los levantamientos realizados. Estas variaciones se refieren tanto a aspectos materiales (ornamentación) como sustanciales (espacio interior), lo cual sugiere dos interesantes temas. El primero de estos temas (los cambios en formas y materiales) apunta a que los documentos gráficos (redactados por arquitectos o maestros de obras) se concebían, en muchos casos, como un (suprimir mero) trámite administrativo que definía la parcela y su construcción genérica. Sería en el proceso de obra y en función de las preferencias estilísticas del propietario cuando se concretarían los detalles estilísticos y del imaginario para la memoria. El segundo tema apuntado (el del cambio en el espacio interior) sugiere un proceso inmobiliario. Limitada la altura exterior de los panteones por los Reglamentos de los cementerios, el modo de conseguir más nichos, para poder dar sepultura a más miembros de una misma familia sin necesidad de adquirir otra parcela, pasaba por aumentar el espacio excavando en la tierra, profundizando en el suelo, de modo que fuera posible ejecutar más filas de nichos: bajo cota cero. Se trataba de disminuir la repercusión del suelo por cada nicho. Intuimos que en estas ciudades para los muertos se reproducían, parcialmente, los mecanismos del mercado inmobiliario de la ciudad de los vivos, porque los precios del suelo estaban fijados a priori por la Junta del Cementerio, lo que, inevitablemente, se tradujo en una jerarquía de las edificaciones, que acusaron el nivel económico de sus ocupantes en su situación, tamaño y despliegue formal. Los cementerios fueron, pues, un espejo de la estratificación social de las ciudades a las que servían, donde la clase emergente de la burguesía hizo ostentación de sus logros y su posición en el escalafón social tanto en las ciudades de los vivos como en la de los muertos, que tal vez no sean sino la memoria de las primeras a través de sus arquitecturas funerarias que servían al recuerdo. Como Adolf Loos ya señaló en 1910 en su artículo titulado Arquitectura: “solo hay una pequeña parte de la arquitectura que pertenezca al arte: el monumento funerario y el monumento conmemorativo” . Y los monumentos son, en su inicio, las arquitecturas para fijar el recuerdo Además, el conocimiento que aportan los levantamientos de estos panteones nos ha permitido la clasificación de los mismos en seis tipologías de inhumación que se fueron implantando en los cementerios decimonónicos y que hemos denominado A (la tumba enterrada en el subsuelo), B (el sepulcro evolucionado para dar cabida a más cuerpos bajo tierra disponiéndolos en altura bajo rasante), C (la creación de un pequeño recinto familiar sin construcción alguna sobre el terreno, bajo el que descansaban un número indefinido de yacentes), D (la creación de una capilla sobre el espacio bajo rasante que acumulaba los cuerpos), E (los columbarios de nichos sobre el terreno) y F (los panteones de capilla adosada), todos ellos expuestos en el apartado 5.1 de este trabajo. Esta clasificación revela una cuestión abierta y en transformación en aquellos tiempos: la de las tipologías arquitectónicas para las moradas para la eternidad de los difuntos. Hemos comprobado cómo la mayoría de los panteones de los que se ha realizado levantamiento se insertan en la evolución que va desde las sepulturas bajo tierra de los primeros cementerios y los columbarios de nichos a los sepulcros escultóricos sobre fosas que acumulan difuntos superpuestos bajo tierra y su evolución hasta los panteones que adoptan el modelo de ‘capilla aislada’ con dos plantas: altar sobre rasante y cripta para los durmientes bajo tierra. En el caso del cementerio de Nuestra Señora de los Remedios, además, este nuevo tipo arquitectónico se presenta semienterrado, manteniendo la metáfora simbólica de que los humanos son tierra y han de volver a la tierra. Paralelismos entre la ciudad de los vivos y la de los muertos Trabajando sobre las distintas tipologías de cementerios y sus arquitecturas implantadas en toda Europa durante el s. XIX, hemos descubierto ciertos paralelismos entre las ciudades de los muertos y las de los vivos. El definido como ‘cementerio ilustrado’ sería el equivalente a la ciudad histórica, el ‘cementerio romántico’ sería a la ciudad decimonónica de los ensanches con sus parques y jardines, y el ‘cementerio moderno’ sería el de las periferias urbanas de bloques exentos. Aunque existen muchas variaciones dentro de la clasificación establecida, como se explica en los capítulos segundo, tercero y cuarto de esta tesis doctoral, normalmente, un cementerio contiene a otro: el cementerio moderno contiene al cementerio romántico y este al ilustrado, como en los procesos urbanos de la ciudad, donde la ciudad moderna contiene a la decimonónica de los ensanches y esta contiene a la ciudad histórica. Así pues, el análisis de los principales cementerios decimonónicos extramuros españoles y europeos nos ha ofrecido datar, inventariar y catalogar estos recintos, así como las arquitecturas construidas en su interior. El caso concreto de estudio del cementerio de Nuestra Señora de los Remedios en Cartagena, nos ha permitido afirmar que esta ciudad de los muertos es una ciudad que acusa, ya en el tránsito del siglo XIX al XX, la estructura social de la ciudad de los vivos a la que sirve, a través de los tipos funerarios y su desarrollo formal: arquitectónico y escultórico. De hecho, hemos descubierto paralelismos entre estos tipos funerarios y los inmuebles que construía la burguesía en el centro de Cartagena (expuestos en el punto 5.2.3 de este trabajo). Como señala el profesor Pérez Rojas, los inmuebles residenciales del ensanche de Cartagena “se establecían en solares rectangulares, alargados (se puede apreciar en el plano de 1912 realizado por Julián Sáez y Mario Spottorno), con dos o tres alturas de edificación, donde vivían las clases medias” , algunos de cuyos representantes, los más pudientes, poseían a las afueras de la ciudad sus villas aisladas. Así pues, queda abierto el camino para detectar las relaciones entre las diferentes tipologías residenciales de la ciudad de los vivos y la de los muertos, gracias a estos sugerentes datos, por otro lado bastante lógicos: el deseo de trascendencia de los seres humanos va más allá de sus vidas y se prolonga en sus propios panteones, hechos a medida de sus gustos y fortuna y que retratan o fijan su recuerdo para la posterioridad. A través de estas arquitecturas funerarias, ya sean panteones o nichos columbarios, los cementerios devienen en la ciudad de la memoria de la ciudad viva. La conservación de la memoria En síntesis, las investigaciones sobre la ciudad de Cartagena han constatado diversos hallazgos: uno, que en sus arquitecturas funerarias existen muchas construcciones portadoras de valores históricos y artísticos, culturales al fin, más de los que recoge el actual Catálogo de Bienes Protegidos de la ciudad. Dos, que apenas existe constancia gráfica en archivos privados o públicos que muestre estos olvidados edificios, por lo que, debido a la inexistencia de documentos originales, este estudio servirá, gracias a su producción dibujada, para fijar un momento en la historia de estas arquitecturas silentes. Tres, que parte de la arquitectura ejecutada en los cementerios (los panteones) es un reflejo de las viviendas que sus propietarios tenían en la ciudad viva y acusa sus mismas aspiraciones. Y, por último, cuatro, hemos verificado que en Cartagena existen dos camposantos de alto valor arquitectónico que podrían ser objeto de protección y conservación mediante redacción del apropiado instrumento legal. Para revitalizar este denostado patrimonio se han elaborado planos de los dos cementerios de la ciudad de Cartagena que podrían asemejarse a los planos turísticos de la ciudad. Hemos definido un recorrido por los principales monumentos de cada uno de los dos cementerios de Cartagena que fija su historia. Estos planos podrían servir a las oficinas de los cementerios para tener un mejor control espacial de los mismos, pero, sobre todo, podrían fomentar las visitas públicas para ayudar a hacer de estos espacios un lugar de interés cultural. Su difusión podría hacerse en centros de enseñanza, así como en las oficinas de turismo, para introducirlos como parte importante de la oferta cultural de la ciudad además de pasar a formar parte de distintas redes sociales de cementerios monumentales, revistas y publicaciones especializadas, como tributo a la memoria de nuestros ancestros. El futuro de un “equipamiento moderno”: el cementerio Aunque esta investigación no se ha centrado en el estudio de los cementerios durante los siglos XX y XXI, la extensión, de manera sesgada, del trabajo realizado hasta la actualidad nos permite afirmar que los enterramientos ejecutados en los cementerios decimonónicos quedan ya lejos de su apogeo. La cremación, aceptada en España desde el primer tercio del s. XX (aunque poco practicada durante el periodo de 1930 a 1980, debido a la situación política del país), así como el sentir común sobre la manera de realizar las despedidas fúnebres, proponen una nueva manera de afrontar el momento final y, con ello, también de los espacios asociados a él. Desde principios del s. XX, asistimos a una revolución de las ideas y los sentimientos tradicionales. La muerte se ha convertido en vergonzante y en tema tabú. El entorno del moribundo tiene tendencia a ocultar su estado, la verdad sobre el estado de salud del enfermo comienza a plantear un problema. A partir de 1930, ya no se muere en casa, sino que se hace en un hospital, con lo que los ritos funerarios asociados a ese momento van a sufrir grandes transformaciones. Esta postura se ve reflejada en los espacios contemporáneos destinados al sepelio que ya se alejan de esos recintos cerrados en los que los cuerpos se disponían de manera ordenada y se mostraban mediante esculturas, epitafios o fotografías que recordaban a las personas que yacían allí. Los nuevos espacios cementeriales intentan establecer una relación etérea con el paisaje, como si lo sutil, lo volátil o lo impalpable que queda tras la muerte se transformara en metáfora a través del trabajo de la luz y la relación interior-exterior en arquitectura. Si bien, la arquitectura religiosa ha estado vinculada a los símbolos desde su inicio hasta el s. XX, a partir de entonces, esta ya no se define por códigos litúrgicos, símbolos o tipologías fijas. El cambio experimentado en el programa de necesidades de estos espacios se ha ejecutado reflejando una nueva forma de representar la sacralidad o espiritualidad mediante la experiencia sensorial de la forma arquitectónica, las luces y sombras, los materiales, los recorridos, etc. Actualmente, cuando hablamos de símbolos y metáforas en arquitectura, y concretamente en la arquitectura funeraria, nos referimos a imágenes evocadoras que transmiten mensajes identificados por el colectivo social. Como afirma la profesora Naya, debemos diferenciar el símbolo, que siempre solicita la interpretación intelectual de un símil, de la metáfora, que lo que busca es estimular la sensibilidad . Las arquitecturas funerarias contemporáneas, lejos de estar repletas de simbología (como pasaba anteriormente), evitan todo icono relacionado con religión alguna y abogan por una simplicidad material y estética que va más allá de toda referencia dogmática, “sin condicionamientos impuestos por un credo en particular” . Las exposiciones de la profesora Naya en las que discute las metáforas de la muerte o el proyecto (construido) del cementerio de Gunnar Asplund en Estocolmo , son claros ejemplos de cómo se concibe el espacio funerario a partir del s. XX. Y debido al cambio evidente que están sufriendo los espacios destinados el sepelio en toda Europa, sumado al panorama expuesto, la documentación realizada en este trabajo (de la que se carecía) evidencia y demuestra el valor de las arquitecturas y el proceso urbanístico seguido como muestra de una determinada concepción (“higienista”) sobre la muerte que separa dos mundos, el de la ciencia del de la religión. La documentación de este trabajo, pone de relevancia esa ciudad paralela, la de los muertos, que en un tiempo pasado tantos beneficios proporcionó a la ciudad de los vivos.