Ventas y posadas en la región de MurciaUna arquitectura en peligro de extinción

  1. BAÑOS OLIVER, ROSARIO
Dirigida por:
  1. Francisco Enrique Segado Vázquez Director
  2. Juan Carlos Molina Gaitán Codirector

Universidad de defensa: Universidad Politécnica de Cartagena

Fecha de defensa: 16 de septiembre de 2020

Tribunal:
  1. Javier Benlloch Marco Presidente/a
  2. María Jesús Peñalver Martínez Secretaria
  3. María Paz Sáez Pérez Vocal
Departamento:
  1. Arquitectura y Tecnología de la Edificación

Tipo: Tesis

Resumen

Resumen de la tesis: Las ventas y posadas fueron, a lo largo de los siglos, los lugares de descanso de los viajeros ya que servían de apoyo a los precarios caminos que discurrían por el país. Es por ello por lo que conforman una tipología arquitectónica imprescindible en el desarrollo y evolución de la red viaria española. Sin embargo la modernización de los medios de transporte y de la propia red, dejó en completo desuso dichas edificaciones, lo que llevó a su abandono y posterior deterioro. No obstante, su valor arquitectónico y su evidente trascendencia dentro de las infraestructuras viarias de España han hecho que se considere que deban estar incluidas dentro del Patrimonio Cultural. La historia de las travesías españolas estuvo en principio ligada a las vías naturales que basaron su configuración en el relieve y el clima del país: los barrancos, ramblas y valles de los ríos del sureste español han sido utilizados desde la prehistoria como pasos naturales. Concretamente, en el sureste español, la escasez de las precipitaciones en la mayor parte de sus comarcas facilitaba su aprovechamiento como caminos, ya que tan sólo se convertían en cauces fluviales durante pocos días al año. Sin embargo, el clima era otra complicación más en la jornada de viaje. El desplazamiento por la mayor parte de aquellos caminos de la geografía española se veía afectado por el barro y por las lluvias cuando hacía mal tiempo y por el sofocante calor, la carencia de agua y la pobreza de cobertura vegetal en la estación seca, lo hacía muy penoso. Durante la romanización se produjo la construcción de las grandes vías de comunicación de la península y, tras la caída del Imperio Romano, a lo largo de la Edad Media, éstas calzadas continuaron utilizándose, a pesar de la lenta degradación que sufrieron. Las malas condiciones de los caminos tornaban duro y difícil el trayecto: se transitaba por caminos de tierra con escasa anchura por los que apenas podían discurrir dos carruajes; siendo incluso algunas vías imposibles de atravesar, ni siquiera a pie. Los viajes se interrumpían, además, por numerosos inconvenientes: la ausencia de puentes hacía que los carros fueran arrastrados por los cursos fluviales y lo escarpado de los caminos provocaba con frecuencia la caída de viajeros al vacío en los riscos. A estas dificultades había que añadir los numerosos riesgos que tenía que afrontar el viajero: accidentes ocasionados por el mal estado de la vía, enfermedades y la inseguridad que provocaban las continuas incursiones de ladrones y bandoleros en los caminos españoles, que eran casi una constante. Debido a estas dificultades, se fueron creando a lo largo del recorrido, albergues, ventas y posadas para viajeros, donde las gentes y las bestias podían hallar alimento y reposo, ya que la larga duración del viaje entre dos poblaciones les confería una especial importancia . Las primeras referencias a establecimientos vinculados al camino datan de la época íbera. Posteriormente los romanos, que establecieron un importante sistema de comunicaciones, contaron con tres clases de estaciones en el camino: las mutationes, construcciones que estaban dotadas de cuadras para el cambio de tiros y sillas y que estaban al servicio del correo, las mansiones, predecesoras de las ventas, y las stationes, puestos de vigilancia militar con el fin de proteger el camino de bandoleros . Tanto en el mundo islámico como en los reinos cristianos fue frecuente encontrar construcciones destinadas al albergue y alimentación de los viajeros y bestias de tiro. Hasta el siglo XVIII, los tramos en los que el mal estado de la vía o la complejidad de la orografía hacían imposible que pasara un carro por ellos se convirtieron en los puntos donde era indispensable que existiera un edificio de apoyo en el que poder dejar el carro y cargar la mercancía a lomos de mulas, que podían ser alquiladas en el mismo lugar, hasta que se podía volver a descargar la mercancía, en otro área de descanso, y continuar el trayecto con otro carro. Estas estaciones o edificios de apoyo eran las ventas, si se situaban en despoblado, o posadas, cuando se construían en ciudades o villas . Además de estos puntos estratégicos, las ventas y posadas se situaban en cruces de caminos de cierta entidad y a determinadas distancias unas de otras puesto que, todo viaje que requiriese más de una jornada, haría necesario un lugar para el descanso y refresco de los viajeros y, sobre todo, de los animales de tiro. Por otro lado, en el siglo XVI surgieron los viajes por posta. Las postas eran estaciones dispuestas a lo largo de los principales caminos con la finalidad de que las noticias del reino, el correo real, llegara lo más rápido posible a la Corte. Se ubicaron en edificios de nueva planta o en posadas y ventas existentes, de ahí que algunas de estos edificios tuvieran una doble función, la de posada y la de posta, y que coincidiera en la misma persona la figura del ventero y la del maestro de postas . La aparición de esta tipología de equipamiento viario fue, en definitiva, consecuencia de la necesidad de hacer un alto en el camino en el transcurso de un viaje, para tener un lugar donde poder descansar y guarecerse de las inclemencias del tiempo y poder parar y alimentar a las bestias. Su ubicación en los planos históricos, refleja la relevancia que tuvieron en la época, llegando a aparecer grafiados con una simbología similar a la utilizada para marcar las poblaciones. Las ventas formaron parte de los mapas realizados de los diferentes reinos que conformaban la península, incluso en los minutas topográficas realizadas como trabajos previos al Mapa Topográfico Nacional a finales del siglo XIX. También llegaron a realizarse guías donde aparecían las carreras de postas establecidas por España, señalando las ventas en las que se hacía parada de posta. Su importancia social y económica de estas construcciones vinculadas a la red viaria desde tiempos de los romanos fue tal que, desde la Edad Media, las posadas y ventas estuvieron sometidas a una regulación legal y fiscal, debido a su doble condición de servicio público y actividad económica . Las primeras leyes que regularon los servicios de posadas y ventas en España corresponden al reinado de los Reyes Católicos cuando, en el siglo XV, establecieron unas ordenanzas generales para el gobierno de mesones y ventas; normas que, a lo largo de los siglos se añadieron diferentes legislaciones que trataban sobre las cuestiones que planteaban las casas de huéspedes. Además, existían ordenanzas dictaminadas por los Concejos de los reinos que estipulaban obligaciones y prohibiciones en las ventas y posadas de sus villas, aunque, por lo general, raramente se cumplían estas normas . La trascendencia de estas construcciones fue tal que llegaron a recogerse en los diccionarios geográficos que surgieron en el siglo XIX, con el fin de conocer y registrar el territorio. Además, debido a la preocupación por la existencia de buenos establecimientos hosteleros, se llegó a crear la figura de un inspector que recorría las ventas y posadas, analizando la calidad del establecimiento. Por otra parte, en 1756, Tomás Manuel Fernández de Mesa publicó un tratado sobre como debía de ser la posada ideal. Estos establecimientos vinculados al camino y al viaje llegan a ser tan reconocibles en su disposición y solución arquitectónica que permiten considerarlos como pertenecientes a una tipología arquitectónica propia, hasta el punto de ser objeto de proyecto y de propuesta de examen para el acceso a los títulos de arquitecto o maestro de obras en las distintas Academias de Bellas Artes que surgieron en España para la regulación del ejercicio de la arquitectura. Este hecho implica, además, un conocimiento sobre cómo debían proyectarse arquitectónicamente estos edificios, propiciando una imagen característica. Sin embargo, a pesar de los numerosos ejemplos existentes sobre proyectos de ventas y posadas, la realidad es bien distinta y apenas hay ejemplos de proyectos de "casas de posadas" o paradores ejecutados por arquitectos. Por norma, estos establecimientos pertenecen a un tipo de arquitectura popular, de una o dos plantas, de carácter anónimo y con acabados pobres y descuidados. Las ventas y las posadas constituyen edificaciones que son el reflejo de la cultura y sociedad española hasta el siglo XIX. Se trata de construcciones que se encuentran siempre a un lado del camino, y son edificios fuertemente ligados a la red viaria española, por lo que forman parte del patrimonio de la obra civil y, por tanto, del Patrimonio Cultural. De los que aún se encuentran en pie, pocos hay que se encuentren catalogados a pesar de su relevancia cultual. Es por esto por lo que parece necesario el estudio de estos bienes inmuebles con el objetivo de protegerlos, conservarlos, identificarlos y fomentar y difundir su importancia como elementos patrimoniales. Todas las rutas y las diferentes edificaciones e infraestructuras destinadas al avituallamiento y descanso de los viajeros compusieron un importante conjunto de elementos que, a pesar de formar parte fundamental de la historia del transporte y las comunicaciones, carecieron ante la sociedad, durante mucho tiempo, de cualquier valor patrimonial. No es hasta el final del siglo XX, con la evolución del concepto de Patrimonio Cultural, cuando se comienza a poner en valor estas redes de transporte, iniciándose en nuestro país los primeros e interesantes esfuerzos de protección e investigaciones de esta rica y olvidada faceta de nuestro patrimonio. http://repositorio.bib.upct.es/dspace/