La arquitectura como símbolo de poder. El legado de las grandes familias mineras de Cartagena en los albores del s.XX
-
1
Universidad Politécnica de Cartagena
info
Ano de publicación: 2016
Tipo: Achega congreso
Resumo
Tras el fuerte declive experimentado a comienzos del siglo XIX, Cartagena (Murcia) comenzó la segunda mitad de la centuria alcanzando un pronunciado desarrollo económico gracias a la explotación minera de su sierra así como por el intenso tráfico portuario por ella generado. Los fenómenos económicos se dejaron sentir de forma clara en la sociedad, donde pronto surgió una potente burguesía que, culta y sensible al arte, vio en la nueva arquitectura la manera de satisfacer sus ansias de expresar su identidad y de poner de manifiesto su distinción social. De este modo, la ciudad fue objeto de un profundo cambio arquitectónico. En él se integraron los grandes personajes de la minería, que no dudaron en hacer ostentación de sus fortunas erigiendo lujosas mansiones. Allí rivalizaron principalmente las familias Aguirre, Cervantes, Dorda, Maestre, Martínez, Moreno y Zapata. Se da también la circunstancia de que sumidos en este fervor arquitectónico, una vez satisfecho el deseo de mostrar su pujanza y poder económico a través de sus residencias urbanas, los acaudalados mineros empezaron a formular nuevas demandas derivadas de la evolución social que pretendían el acceso a condiciones de vida residencia y esparcimiento que superaban los requisitos de sus palacios urbanos. La solución la encontraron en el campo, donde comenzaron a adquirir grandes fincas agrícolas en las que construyeron imponentes villas con el objeto de disponer de un lugar donde alejarse de la ciudad, destinado tanto para el reposo, ocio y relación social, como para disfrutar de las vistas y el ambiente saludable y fresco de su entorno natural. Además, si la ‘ciudad de los vivos’ sufrió una importante transformación conforme a los movimientos arquitectónicos del momento, las ‘ciudades de los muertos’ no quedaron ajenas a esta tendencia de recurrir a los arquitectos más significativos del momento para proyectar una tercera morada, esta vez con vocación de eternidad.