La gestión del capital intelectual y su efecto en la innovación y en el rendimiento de las mipymesun estudio empírico"

  1. BELTRAMINO, NICOLÁS SALVADOR
Dirigida por:
  1. Domingo García Pérez de Lema Director
  2. Luis Enrique Valdez Juárez Codirector/a

Universidad de defensa: Universidad Politécnica de Cartagena

Fecha de defensa: 02 de julio de 2020

Tribunal:
  1. Emma García Meca Presidenta
  2. Montserrat Manzaneque Lizano Secretario/a
  3. Julio Diéguez Soto Vocal
Departamento:
  1. Economía, Contabilidad y Finanzas

Tipo: Tesis

Resumen

Resumen de la tesis: En los últimos 150 años la humanidad ha sufrido un proceso de aceleración de los cambios sin precedentes, debido a la evolución del conocimiento y las tecnologías de información. Si bien esto no es nuevo, si lo ha sido su alcance y velocidad de difusión a nivel mundial (Dedahanov, Rhee, & Yoon, 2017; Drucker, 1993; Hair, Ringle, & Sarstedt, 2011; Morales Clark, 2017; Paul, Parthasarathy, & Gupta, 2017). Ello requiere de las empresas un mayor dinamismo para lograr la rápida adaptación debido a este cambio de escenario y así seguir siendo competitivas y permanecer en el mercado. Para ello las empresas deben tener más capacidad para innovar, por lo que deben priorizar la adquisición y conversión de nuevos conocimientos y habilidades que posee su fuerza de trabajo. Es así que deben considerar la implementación de nuevas estrategias de negocio en las que la gestión del capital intelectual sea considerada como un factor clave para alcanzar los objetivos planteados (Brooking, 1998; Kalkan, Bozkurt, & Arman, 2014; Roos, Edvinsson, & Dragonetti, 1997). El capital intelectual refleja la sumatoria de los activos intangibles que brindan a las organizaciones las capacidades de aprendizaje y adaptación para ajustarse a las tendencias del mundo de los negocios, esperando con ello alcanzar el éxito y seguir compitiendo en el mercado global. Esos activos intangibles son identificados y agrupados, de manera coincidente por una parte mayoritaria de la literatura sobre el capital intelectual en tres grandes componentes. El primero de ellos, es el capital humano, el que incluye los conocimientos, habilidades y experiencias de las personas. Representando el saber hacer que pueden transferir a la empresa y generando conocimiento compartido (Nonaka, & Takeuchi, 1991; Nonaka, 1994). El segundo de los componentes es el capital estructural, se refiere al conjunto de mecanismos, estructuras y sistemas que la organización posee y pueden contribuir a potenciar al máximo las capacidades intelectuales que posee el capital humano alcanzando resultados superiores para la empresa (Bontis, 1998; Bontis, Wu, Wang, & Chang, 2005). Por ello se sostiene que un individuo puede llegar a tener el más alto nivel intelectual, pero si la organización no cuenta con estructura, sistemas y procesos eficientes que permitan hacer efectiva su contribución, entonces la empresa no logrará el total de su potencial (Bontis, 1998; Hasan, & Cheung, 2018; Santos-Rodrigues, & Figueroa Dorrego, 2011; Torres, Ferraz, & Santos-Rodrigues, 2018). El tercero de los componentes es el capital relacional, el cual está integrado por el conjunto de relaciones entre empleados de la empresa y otros actores externos, como clientes, proveedores, competidores y otras instituciones relevantes (Kratzer, Meissner, & Roud, 2017; Wang, Chen, & Benitez-Amado, 2015). Ello permite la constitución de una red de vínculos fundamentales que dan el soporte y posibilitan el desarrollo de acciones conjuntas de cooperación que pueden contribuir a mejorar las capacidades de innovación y la competitividad colectiva (Kratzer et al., 2017; Popa, Soto-Acosta, & Martinez-Conesa, 2017). Para lograrlo, se debe llevar adelante una acción sistémica e integral de la gestión del capital intelectual por parte de las organizaciones a efectos de alcanzar la efectiva aportación en la generación de ideas e innovaciones, las que agregaran valor y mayor competitividad a la empresa (Villegas, Hernández, & Salazar, 2017). Por lo antedicho es que en los últimos años ha crecido el interés por parte de la academia de llevar adelante estudios que desarrollan modelos teóricos y empíricos para demostrar que la eficiente gestión del capital intelectual permite a las empresas tener una mayor capacidad de innovación y además posibilita el incremento de sus beneficios organizacionales, tanto económicos como no económicos entre los que se destacan: un mayor desarrollo de las capacidades de su personal, el compromiso superior de sus directivos y empleados en el desarrollo de patentes, se logra un crecimiento de las ventas, se obtienen clientes más satisfechos y una mayor competitividad en el largo plazo (Agostini, Nosella, & Filippini, 2017; Ahmad Arabiyat, & Ibraheem Hasouneh, 2018; Chen, Zhao, & Wang, 2015; Magdaleno, Adame, & Ramírez, 2016). Las MIPYMES, si bien se consideran un motor dinamizador potencial de la economía ya que, generan la mayor calidad de empleo, proporcionan un ingreso estable; tienen potencial de integrarse en cadenas productivas; poseen mayor velocidad para tomar decisiones y mayor flexibilidad y capacidad de adaptación a los cambios en las necesidades de sus clientes (Zevallos, 2006). Al mismo tiempo cuentan con una gran cantidad de barreras que causan en ellas un bajo nivel de productividad para ser innovadoras y competitivas. Las mencionadas limitaciones se pueden agrupar en financieras, tecnológicas, de recursos humanos y gerenciales o de dirección. En cuanto a las barreras financieras se destaca el limitado acceso a fuentes de financiamiento, las elevadas tasas de interés y las exigencias en cuanto a las garantías exigidas. Entre las barreras tecnológicas, se encuentran la dificultad de acceder a tecnologías ya sea por cuestiones económicas o falta de información técnica, ausencia de asesoramiento y escasa vinculación con entes científicos y tecnológicos, ausencia de ventajas impositivas para fomento de la inversión. Con respecto al capital humano se enfrentan a trabajadores con escasas competencias laborales, elevados costos laborales, falta de flexibilidad laboral que incentive a las empresas a contratar, así como mecanismos de consultoría y capacitación poco apropiados. Por último, las limitaciones en la gestión referidas a las características de los propietarios o gerentes de la empresa son su escaso nivel de profesionalización, alto grado de resistencia a la innovación y a la asunción de riesgos, las que limitan la capacidad para generar ideas que puedan mejorar el crecimiento, la competitividad y el rendimiento del negocio (Khalique, Isa, Shaari, Abdul, & Ageel, 2011; Magdaleno, Adame, & Enríquez, 2015; Paul et al., 2017; Zevallos, 2006). Por ello sus gestores están cada vez más interesados en mejorar estrategias de operación en donde aspectos como el Capital Intelectual es objeto de estudio por parte de académicos y foco de atención por parte de los empresarios (Monagas-Docasal, 2012; Rubio-Bañon, & Aragón-Sanchez, 2002), buscando establecer y mejorar las capacidades de desarrollo de las MIPYMES por medio de estrategias y políticas que brinden el potencial innovador y las capacidades de adaptación y competitividad en un ambiente económico que evoluciona constante y velozmente (Magdaleno et al., 2016). Gran parte de la literatura refiere que los estudios han puesto su atención en empresas de gran tamaño, dejando relegado a un segundo plano para su estudio a las MIPYMES. Con respecto a ellas, los estudios concuerdan en general en que existe una relación positiva y significativa del capital intelectual, con la innovación o con el rendimiento, pero en definitiva la gran mayoría de ellos no llegan a resultados concluyentes. Por otra parte existen estudios que se ocupan de analizar la relación entre el capital intelectual con algunos tipos de innovación, como lo son, la innovación radical y la innovación incremental o entre el Capital intelectual y el éxito o fracaso en la innovación. Otros analizan algún componente del capital intelectual de manera aislada y su efecto sobre la innovación (Agostini, & Nosella, 2017; Delgado-Verde, Martín-de-Castro, Navas-Lopez, & Cruz Gonzalez, 2013; Dumay, Rooney, & Marini, 2013; González-Loureiro, & Figueroa-Dorrego, 2012; Zerenler, Hasiloglu, & Sezgin, 2008). Un tercer grupo se ocupa de analizar la relación del Capital intelectual con el rendimiento de las MIPYMES (Abualoush, Bataineh, & Alrowwad, 2018; Agostini et al., 2017; Wang et al., 2016). Por otra parte, existen resultados no concluyentes al respecto, debido a que es un tema de muy reciente estudio y principalmente en el ámbito de MIPYMES. Los estudios empíricos que se han llevado adelante en los últimos años, buscando dar más claridad al rol que juega la gestión del capital intelectual en el desarrollo de las capacidades de innovación y competitividad de las MIPYMES (Agostini, & Nosella, 2017; Chen et al., 2015; Delgado-Verde, Martín-de Castro, & Amores-Salvadó, 2016), se basan en una variedad de modelos teóricos, como la RBV- Resource-Based View (teoría basada en los recursos), (Barney, 1991), la teoría de los recursos y capacidades (Grant, 1996), la teoría del conocimiento (Nonaka, 1994), entre las principales. Derivado de ello y luego de un análisis exhaustivo de los diferentes modelos existentes, nuestra investigación se sustenta en las siguientes corrientes teóricas, en primer lugar la teoría del conocimiento que fuera esbozada por Nonaka (1991) y revisada Nonaka, & Toyama (2003) sostiene que la fuente más importante de capacidades se encuentra en el conocimiento, siendo ésta la única fuente de ventaja competitiva duradera. Derivada de estas teorías se desprende a su vez la teoría del capital intelectual que surgiera por las ideas pioneras de (Edvinsson (1997) y Sveiby (1997), y enriquecida luego por una gran cantidad de aportes tanto teóricos como empíricos (Bontis, 1998; Bueno-Campos, Salmador-Sánchez, & Merino-Moreno, 2008), la que sostiene que son los activos intangibles los que conducen al éxito de las empresas o lo que es lo mismo a la generación de ventajas competitivas sostenibles. Por su parte, la teoría de los recursos y capacidades o RBV, esbozada por Barney (1991), nos suministra una forma para explicar cómo se pueden generar ventajas competitivas y mayor rendimiento en las empresas (Kozlenkova, Samaha, & Palmatier, 2014). De manera complementaria, Grant (1996) mostró que el despliegue de los recursos y capacidades permiten generar ventajas competitivas sostenibles, reconociendo los activos intangibles son la principal fuente de innovación y creación de valor. Hay que mencionar además que, en ambientes de continuo cambio y crisis recurrentes, la capacidad organizativa para mantener y renovar la competitividad se vuelve primordial sostener la ventaja competitiva, en consecuencia las teorías han evolucionado y hoy se habla de capacidades dinámicas (Andreeva, & Ritala, 2016). En consecuencia, es que en nuestro trabajo usamos las mencionadas teorías debido a complementariedad y similitud de los temas abordados (Calix, Vigier, & Briozz, 2015; Ciprés, 2006). Esta tesis tiene como objetivo principal analizar los efectos que el capital intelectual y sus componentes, el capital humano, el capital estructural y el capital relacional, ejercen sobre la capacidad de innovación de las MIPYMES, así como su impacto en su rendimiento. Para responder a los objetivos mencionados se realizó en primer lugar un estudio sobre 468 microempresas con la finalidad de medir el efecto que cada uno de los componentes del capital humano de los fundadores de la empresa, tales como, el nivel de formación, la experiencia previa, y las habilidades de gestión de negocios, ejercen sobre el rendimiento de las microempresas. Además, este primer estudio busca analizar si las motivaciones de los dueños al momento de crear el negocio, ya sean positivas o negativas, están relacionadas con el rendimiento y la supervivencia de la microempresa. En segundo término se realizó otro estudio sobre una muestra de 256 MIPYMES industriales para dar respuesta a los objetivos sobre el efecto de los componentes del capital estructural sobre la innovación en productos y en procesos de las MIPYMES y también, medir el efecto de la innovación en productos y en procesos sobre el rendimiento. Por último, utilizando la muestra anterior de MIPYMES industriales, se realizó una tercera investigación que perseguía como objetivo determinar el efecto de cada componente del capital intelectual, como el capital humano, el capital estructural y el capital relacional, ejercen sobre la innovación en productos y en procesos. Para luego, verificar los efectos de la innovación en productos y en procesos sobre el rendimiento de las MIPYMES industriales. Los objetivos planteados trataban de dar respuesta a las siguientes preguntas de investigación: 1) ¿En qué medida afectan los componentes del capital humano y las motivaciones del empresario a la hora de crear la empresa el rendimiento de la microempresa?; 2) ¿De qué manera afecta el capital estructural a la innovación de las MIPYMES?; 3) ¿Ejerce efecto la innovación sobre el rendimiento de las MIPYMES?, y 4) ¿Ejerce el capital intelectual efecto sobre la innovación y el rendimiento de las MIPYMES?. Los resultados del primer estudio fueron obtenidos por medio de un análisis multivariante, con mínimos cuadrados ordinarios (MCO) a través del uso de la técnica estadística de regresión lineal múltiple, los hallazgos confirman que la experiencia previa de los propietarios, así como las habilidades de dirección de negocios, afectan positiva y significativamente el rendimiento de las microempresas. A su vez el nivel de educación formal no ha demostrado tener efecto sobre el rendimiento y en cuanto a los motivos de creación positivos de un negocio tienen un efecto positivo sobre el rendimiento de las microempresas. En el segundo y tercer estudio, sus resultados fueron testados y/o probados a través de la técnica estadística SEM (Structural Equation Modeling) de ecuaciones estructurales (basados en la varianza) utilizando el software Smart PLS (Partial Least Squares) versión 3.2.7. En el segundo estudio sus resultados muestran que los componentes tangibles del capital estructural, como la adquisición de información y gestión del conocimiento y la estructura, sistemas y procesos influyen positiva y significativamente tanto en la innovación en productos, como en la innovación en procesos. En tanto que de los componentes intangibles, solo la cultura organizacional, posee efectos positivos sobre la innovación en productos y procesos. En tanto que las comunicaciones y la cohesión de equipo, no poseen efecto significativo sobre ningún tipo de innovación. Los resultados del tercer estudio sostienen que los tres componentes del capital intelectual poseen una influencia significativa sobre la innovación en productos y en procesos. Siendo el capital estructural el que posee mayor efecto sobre ambos tipos de innovación. En el caso del efecto de la innovación sobre el rendimiento de las MIPYMES, se demostró que sólo la innovación en procesos ejerce un efecto significativo sobre el rendimiento. Los resultados obtenidos van en la misma dirección que muchos de los estudios empíricos analizados. http://repositorio.bib.upct.es/dspace/